Rute, un pueblo signo de esperanza
Juan
Cruz Calero. El
pasado domingo doce de mayo, o mejor dicho, el segundo domingo de
mayo como lo definen en la localidad, Rute vivió el día grande de
todo el programa de actos dedicados a la Virgen de la Cabeza. La
mañana despertaba con la “diana” que sonaba a cargo de la Banda
Municipal de Música de Rute. Las campanas de la Parroquia de San
Francisco sonaban airosas, conscientes de lo que se iba a vivir
momentos después en la plaza del Llano, para anunciar que la función principal iba a
comenzar.
Y
así fue, a las nueve y media de la mañana, Don Carmelo María
Santana, acompañado del
clero local, ofició la Solemne Eucaristía dominical y Función
Principal en Honor a la Virgen de la Cabeza, eucaristía cargada de
unción, emoción, y momentos de máximo lucimiento. Creo que es
merecedor reconocer la magnífica homilía que el párroco, Don
Carmelo, predicó para todos los asistentes, despertando incluso un
merecido aplauso
por las palabras tan bonitas, y dichas de
una forma tan bonita, que dedicó a la Virgen. Una forma encantadora
de comenzar con tan gran día. Acto seguido tuvo lugar la tradicional
bajada del altar de la Virgen, siendo entonces el arranque de todos
los bellos momentos que vivimos. Vítores, aclamaciones, aplausos, y
al fin y al cabo, muchas emociones eran las que sentía el pueblo de
Rute cuando vio bajar a su Madre del cielo.
La
procesión de la mañana nos dejaba a entrever, que la Virgen de la
Cabeza, supone en sí misma una de las grandes devociones de la zona
de la subbética cordobesa, ya que, gentes de todos los lugares de
nuestra geografía se acercó hasta sus plantas benditas. La
procesión, formada por un cortejo de distintas hermandades filiares,
así como de varios coros romeros, que anunciaban la llegada de la
Reina de Rute, iba avanzando por la localidad entre multitud de
petaladas, calles engalanadas, casas abiertas y llenas de gente
invitando a todos sus amigos y conocidos a participar de los
banquetes, de la gastronomía de la zona, y, aunque toda
el recorrido es digno de ver y disfrutar, lo cierto es que había una
serie de puntos emblemáticos en los que se podía disfrutar de la
Virgen especialmente, destacando principalmente la calle Cortijuelos.
En ella se entonan los himnos a la morenita, y todos, en una enorme
bulla, cantan a la Virgen, la vitorean, y se le hace una promesa
infinita de amor incondicional. “Oye con qué nobleza, todo el
pueblo te aclama, enaltecido al cantar...” También podemos
destacar el paso por la casa de Hermandad, la llegada a la plaza del
Llano, así como las mecidas de los costaleros, que constituyen en sí
mismas un signo de distinción único de este pueblo y de esta
Imagen. La Virgen
entró en su templo de San Francisco sobre las tres y media de la
tarde, dando paso al descanso necesario por la calor que había hecho
durante la mañana de esta hermosa jornada.
No
menos intensa fue la procesión de por la tarde, que comenzó a las
20:45h de la tarde del mismo segundo domingo de mayo. La morenita
atravesó el arco de la puerta de la Parroquia de San Francisco,
cortejada por las típicas mujeres de mantilla negra, sus simpecados,
etc, así como acompañada de las personas que iban alumbrando para cumplir alguna promesa. Al comienzo de la procesión sonó la
marcha Corpus Christi, ya que este año la hermandad se ha estrenado
como Hermandad sacramental, motivo además, por el que la Virgen
llevaba al frente de su trono-carroza una custodia a modo de alusión
a Jesús Sacramentado. Por otra parte, frente al terno rojo que había
llevado por la mañana, la Virgen de la Cabeza salió con su terno
blanco, iluminada por candelabros y con un exquisito exorno floral en
tonos blancos y azules.
Y
de nuevo, volvimos a vivir momentos de máxima emoción cuando la
Virgen, tras haber bajado al “barribajo” y haber sido
protagonista de la gran función pirotécnica en su honor, comenzó a
mecerse al son de “Campanilleros de Utrera”, una marcha alegre
donde las haya, por la zona del llamado “cerro”. Marcha, que, por
otro lado cada vez suena menos en nuestras procesiones pese a la
belleza que transmite. Inmediatamente
después, volvimos a cantar los himnos a la Virgen, mientras los
costaleros trabajaban duro por subir la cuesta, meciéndose al son
del himno largo y del
“Morenita y pequeñita”. Además de haber hecho toda la cuesta
sin descanso, en la fase final los costaleros subieron a pulso a la
Virgen y fue el momento de máximo enfervorecimiento y emoción de
toda la jornada. Sin embargo no me puedo olvidar del magnífico
acontecer que se da en la calle cuando el público dice a su virgen:
“para decirte mil veces, ¡Ay, qué guapa!, que guapa eres, para
decirte mil veces ¡Guapa, guapa, guapa, guapa y guapa! ¡Y bonita, y
bonita, y bonita la morenita! Y es cuando, la Virgen responde a los
vítores alegrándose desde su trono, moviéndose y haciendo sonar
las campanitas del templete, regocijándose de que la piropeen. Es
algo que me llamó poderosamente la atención, y que, si soy sincero,
fue lo que más me gustó de todo lo que vi.
Todo
continuó con su recorrido, volviendo a dejar momentos mágicos, como
de nuevo, la llegada al Llano, cuando volvimos a cantar el “Morenita
y pequeñita”, fundidos casi en un abrazo infinito con la Virgen de
la Cabeza, y dándole el adiós a tan maravillosa jornada, rodeados
de grandes amigos, y empapados de un ambiente mariano y romero, que
nos hizo elevarnos en todo nuestro ser. En Rute comprendimos la
esencia de la devoción arraigada de los pueblos, frente a lo
impuesto por el postureo que desgraciadamente vivimos en nuestras
capitales, tanto en Semana Santa como en Glorias. Disfrutamos, al fin
y al cabo, de nuestra Madre, la Virgen María, que nos hizo vivir
como hijos ruteños el sueño que este pueblo vive cada segundo
domingo de mayo en el "barribalto" con la Virgen de la Cabeza.
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