Una Semana Santa desconcertante

    Diego A. Linde. Desconcertante, sí. Así ha pasado ante nuestros ojos la Semana Santa de este año 2018, con un cúmulo de circunstancias que han causado en nosotros a veces rabia, otras veces desconcierto y en otras, tristeza. Parece ser ya oficial que las Hermandades no quieren bulla ante sus pasos, algo que de siempre ha demostrado caché y devoción, aunque ya lo único que importa es andar. Andar, cumpliendo al milímetro una serie de horarios e incluso, si las circunstancias y las capacidades físicas de los costaleros lo permiten, adelantándose a ellos. Se sale a la calle pero con la intención de estar el menor tiempo posible y correr siempre que se pueda. ¿Lo único que importa es mirar por el cortejo? ¿Para qué se saca a la calle a nuestras sagradas imágenes? Tristemente no queda más remedio que afirmar que nuestra Semana Santa sólo está pensada para favorecer y beneficiar a turistas y personas con aguante de toda una tarde y noche en un mismo lugar. Por desgracia, este público, en nuestra circunstancia social actual, no es que sea muy receptivo al mensaje catequético de nuestras sagradas imágenes, pero ahí están, formando auténticas aglomeraciones, impidiendo que las escasas personas que esperamos todo el año estos días grandes, podamos disfrutarlos plenamente. Y ya no se trata sólo de eso.

    Es motivo de preocupación los itinerarios de nuestras Hermandades, que tan sólo se limitan a una ida y vuelta rápida de la Carrera Oficial, sin recreo, sin disfrute, obviando enclaves emblemáticos, obviando los rincones encantadores de la ciudad. ¿No era mucho más hermoso cuando nuestras Cofradías pasaban por la Cuesta Luján, por la calle Deanes, o por el Bailío? ¿Realmente es un avance que las cofradías pierdan lugares que son un sello? ¿No estaremos perdiendo personalidad?

    Y en el hecho de que todo se base en ir y volver del entorno catedralicio, prevalece la idea de que lo único importante es realizar estación de penitencia, en el sentido más estricto de la palabra. Pues miren ustedes, que si no queréis bulla, que si no queréis aplausos, si no queréis vítores ni aclamaciones, es tan fácil como convertirse en una Hermandad de negro, sacar a los titulares en silencio, y verán como nadie expresará su devoción en voz alta al paso de los mismos. Estamos en Andalucía, somos andaluces, y nuestro carisma, nuestra forma de ser, de vivir la Fe, y de querer a Cristo y María es esta. Que me expliquen desde cuándo se le han puesto trabas al sentir del pueblo.



    Podría pasar largas horas escribiendo cuántas Hermandades nos han expulsado de delante de sus pasos de las más violentas y viles formas, bien echándonos directamente cera de los ciriales (y a posta, nada es casualidad), comprimiendo el cortejo, de forma agresiva y directa, y un largo etcétera que me hacen dudar del cristianismo y humanidad de muchos y de la interiorización de esa “estación de penitencia”. Situaciones todas estas que, en definitiva, me hacen pensar que estamos perdiendo la noción de lo que realmente es la Semana Santa, una pérdida del sentido que si no se ataja pronto puede llevar a fatales consecuencias, aunque no parece que se esté por la labor, ya que en esta rutina anual todos están muy conformes y contentos, aunque los que de verdad sentimos y vivimos esto como nuestro (porque lo es) veamos lo peor a la vuelta de la esquina. Deseo que nuestro mundo cofrade y sus dirigentes se den cuenta de los problemas y despierten de este letargo para dar soluciones antes de que sea tarde.

    Gracias a Dios, aún nos quedan los pueblos, con personas al frente de las Hermandades que saben bien por qué salen a la calle. Tan triste Semana Santa tuvo broche de oro aquí, refugio del auténtico cofrade, donde se esconden grandes tesoros. El Sábado Santo recibimos un trato excelente en la Hermandad de la Soledad de Cabra, y pudimos disfrutar del paso por su mítica calle La Cruz, donde se le ofrendaron como es tradicional, múltiples petaladas, siendo momentos muy lucidos, aunque el hecho de llevar este año a la legión no me pareció muy acertado. El Domingo de Resurrección, como no podía ser de otra manera, fue un día sublime junto a mi Virgen de la Soledad, en Castilleja de la Cuesta, volviendo a demostrar que es Ella la que llena el pueblo, contando durante todo el recorrido con numerosísimo público tanto propio como foráneo que abarrotaba las calles a su paso, habiendo una muy nutrida bulla ante el paso en todo momento. Destacó su triunfal y apoteósica entrada en la Plaza, con innumerables vítores que demostraron su devoción y poderío una vez más. Grato refugio ante tanta incomprensión y desprecio. Lugares donde se hacen fáciles las cosas precisamente porque lo son.


    Repito, para concluir, que mi indignación y tristeza ante la situación en la capital cordobesa fue máxima, aunque no es sólo aquí donde se dan tales circunstancias. Espero que de aquí en adelante se apueste por una vuelta al sentido auténtico y se dé el lugar, trato y respeto debido a cada cual. No tiene más derechos alguien que paga una papeleta de sitio por ocupar lugar en un mero cortejo que un buen cofrade de a pie de calle que está ahí porque quiere, con toda su ilusión y cariño a nuestras Hermandades y a sus titulares. Nosotros no entorpecemos a una cofradía. Nosotros somos, ante el paso, parte de la misma.

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