Esplendor pasado en la novena de la Virgen de las Angustias de Torredonjimeno

   Diego A. Linde. En estos días en que mi pueblo, Torredonjimeno, celebra la Solemne Novena en honor a Nuestra Señora de las Angustias como preludio a su festividad (el segundo domingo de Cuaresma, tradicional Domingo de Angustias) quiero dar conocer dos fotografías antiguas que nos muestran cómo se celebraban, de forma muy esplendorosa, estos cultos en tiempos pasados. La Virgen de las Angustias es una de las grandes, señeras y más antiguas devociones tosirianas, remontándose su historia al siglo XVIII, siempre ligada a la Parroquia Mayor de San Pedro.


   Se nos muestra la primitiva imagen de Nuestra Señora de las Angustias (en la década de 1910) en el centro del presbiterio, ante el retablo (similar al del Convento de las Dominicas), rodeada de una gran parafernalia y ornato. La talla se asienta en sus andas procesionales, elevadas sobre unas gradas en las que se dispone cera y flor en abundancia. A los pies, el altar, con sacras, atril, crucifijo, brocado y encajes en el frente. Flanqueando este montaje central, y a una altura ideal, las imágenes de San Juan y Santa María Magdalena “el guapo y la fea” (denominados así por el pueblo para ser diferenciados de los de los de la Parroquia de Santa María), que acompañaban a la Virgen en su procesión de la mañana del Viernes Santo, tratándose además del único testimonio conocido de los mismos. También pueden distinguirse algunas macetas, pero muy disimuladas e integradas en la composición, sin llegar a un exceso desmedido. La Virgen (que queda situada debajo de San Pedro para no tapar al titular de la Parroquia) luce su manto procesional negro de cola, estrenado en 1902, y su terno completo ricamente bordado, además de la primitiva corona y media luna, mostrándonos su auténtica iconografía. San Juan luce túnica y mantolín liso, mientras que la Magdalena sí lleva túnica y pecherín bordado (aparentemente) con motivos florales.

   En esta segunda fotografía vemos a la Virgen de las Angustias en su configuración de posguerra, emulando a la primitiva talla, aunque la mascarilla es la misma, ya que fue salvada de la destrucción. Y así, ataviada ya con encajes en torno al rostro, terno completo bordado, la corona que aún a día de hoy luce para sus salidas procesionales, y media luna, se muestra en este altar de principios de la década de 1960, también en el centro del presbiterio, reconociéndose la parte baja de la gran cruz de bombillas y las hornacinas con imágenes de serie que decoraban este espacio falto de retablo en aquel momento. La Virgen se eleva sobre varias peanas encima del altar (la de camarín, la de plata, y una moldura), enmarcada por una pareja de candelabros y varios candeleros sueltos, apreciándose una gran exuberancia floral.
   Dos ejemplos del buen gusto y buen hacer de nuestros antepasados, y del verdadero esplendor cofrade y devocional de Torredonjimeno. Esto es lo que tanto anhelamos ver, esto es dignidad para la Madre de Dios. Es sorprendente que en el pasado se instalaran estos altares de culto y, de repente, dejaran de hacerse, llegando a existir en la actualidad Hermandades que no dan importancia a este tipo de cuestiones, aunque es obligación de todos, cada cual desde donde pueda, reclamar una belleza, decoro y esplendor para los cultos de nuestras devociones. Ojalá nuestra voz se oiga y podamos revivir algún día las épocas de esplendor que nunca debieron tener fin.

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