Málaga, a la altura
Diego A. Linde. El pasado sábado 26 de mayo asistí
al acontecimiento mariano y extraordinario por excelencia del presente año, la
Magna de Málaga. En este evento tenía puestas unas altas expectativas desde el
momento en que tuvimos noticia de su celebración, dada su magnitud e
importancia, expectativas estas que se han visto cumplidas e incluso superadas.
La ciudad ya había sido en dos veces anteriores testigo de dos grandes
celebraciones magnas, donde fue visible la capacidad de cohesión entre las
Hermandades malagueñas: la Magna Mariana “Mater Dei” acompañada de un besamanos
magno de las Vírgenes (2013, con motivo del Año de la Fe) y el grandioso besapiés
magno de los Cristos (2016, con motivo del Año de la Misericordia). Sin
embargo, ninguna de las ocasiones anteriores alcanzó la trascendencia y
magnitud de esta última, pues se trata de un homenaje a la Patrona de Málaga
por una doble conmemoración con las imágenes marianas coronadas canónicamente,
es decir, con los principales focos de devoción de la ciudad, pues en esta el
número de coronadas es escaso pero muy merecido.
Ha sido muy hermoso ver cómo toda la ciudad de
Málaga se ha volcado con su Patrona a lo largo de este año tan especial. En
Semana Santa, muchas Hermandades mostraron en sus tronos elementos alusivos a
la Virgen de la Victoria, mostrando así su alegría por la gran efeméride. Durante
el mes de estancia extraordinaria de la sagrada imagen en la Catedral fueron
múltiples los colectivos que peregrinaron hasta sus plantas. En las jornadas
previas a la Magna procesión, todas las tallas marianas de la ciudad, siguiendo
el ejemplo de la Patrona (que lo hizo por vez primera), estuvieron expuestas en
Magno besamanos, todas ellas bajo la premisa: “en homenaje a la Santísima
Virgen de la Victoria”, afirmación que fue reiterativa para las corporaciones
que iban a sacar a su titular a la calle en solemne acto de pleitesía. Una
bella sinfonía de amor a tan Celestial Abogada.
Lo que quizá fue un tanto desconcertante fueron los
pobres montajes de la Virgen de la Victoria para las cultos conmemorativos del
Patronazgo sobre la ciudad y Diócesis (diciembre de 2017) y aniversario de
Coronación (febrero de 2018), que demostraron la necesidad de cambio en la
Hermandad Patronal, aunque hay que decir que la puesta en escena de la Virgen
en el templete de la Catedral y en la Capilla de la Encarnación para el besamanos
fue bastante acertada. Para la Magna se nos presentó en su trono, teniendo un
recorrido breve pero muy triunfal. Había quienes esperábamos respuesta a la
petición de un sector cofrade malagueño para que la Virgen volviera a lucir
vestida, pero por desgracia se desaprovechó esta oportunidad para hacerlo.
María Auxiliadora, la Virgen de los Salesianos, aunó
la salida por la Magna con su procesión de alabanza anual. Recordando
procesiones de los años 20 con esta extraordinaria bajada al centro, volvió a
llevar como en aquellos tiempos las cintas que permitieron exponerla durante
todo el recorrido en acto de veneración. Además, portaba las coronas labradas
en 2007, pero a sus pies dos ángeles sostenían las preseas originales con las
que la primitiva talla fue coronada en 1907.
La Novia de Málaga hizo suya, como siempre la
Tribuna de los Pobres, donde fue patente su arraigo y fervor popular, lugar
donde además Manuel Cuevas interpretó con su inigualable arte y maestría una
saeta, cosa que repitió en el recorrido de vuelta. El retorno al barrio, en
esta ocasión de forma inusual por la Cruz Verde, también dejó claro el enorme
tirón devocional de la Virgen del Rocío, que fue vitoreada de forma incesante,
agasajada con petaladas y fuegos artificiales, y alabada con el canto de la
salve por Manuel Lombo y de una sevillana por Luz María Muriana. Mención
especial merece el atavío de la Virgen, recuperando su icónica imagen de
mantilla que le valió el apelativo de “novia”, una visión perdida en los
últimos tiempos para su salida procesional.
Soledad y Dolores del Puente se mostraron con su
tradicional empaque, esta última estrenando la gloria del palio. Muy acertada y
original la visión de la Virgen del Carmen que se nos mostraba (bajo palio) en
el trono de la Reina de los Cielos, con el manto de la Victoria de Archidona y
la ráfaga que un día fue suya y hoy es propiedad de la Virgen de los
Desamparados de Cádiz. La disposición y número de la candelería fue equilibrada
y medida, aunque el exorno floral tan colorido y dispar fue un punto muy
negativo. El atavío de la Reina de los Mares recordaba al del Carmen de Jerez,
con esa estética que ya se ha hecho casi iconográfica de la advocación y que a
la talla malagueña le sentaba a la perfección. En definitiva, una forma
espectacular de poner a tan grande devoción en la calle para una ocasión
extraordinaria.
Y para acierto, el de la Hermandad de Zamarrilla que
pasó por el barrio de la Trinidad a la vuelta. La señera y emblemática dolorosa
de la rosa en el pecho volvía a visitar el que históricamente ha sido su
entorno devocional y quiso, a las puertas de la Hermandad del Santo Traslado,
encontrarse con la Madre del Señor, del Cautivo, la Virgen de Buiza que este
año cumple medio siglo. Juntas caminaron por la calle Trinidad, ofreciendo una
estampa única de gran sabor añejo y, finalmente, se despidieron mirándose
frente a frente entre pétalos de flores. Fueron momentos para la historia del
barrio y de ambas corporaciones.
No fueron los únicos momentos que quedarán en los
anales, puesto que en el barrio del Perchel la jornada tampoco tuvo nunca
parangón. Las calles se iban alfombrando de romero porque la Reina de Málaga
iba a salir a la calle, pero esta vez cobijada por su palio antiguo y con un
recorrido de ida alumbrada por la inusual luz del sol, que hizo relucir el oro
de su fastuoso trono, que dejó anonadadas a cuantas personas nunca antes lo
habían presenciado en la calle. Lo mismo podemos decir de la Virgen de los
Dolores, que con su maravilloso conjunto procesional (uno de los mejores de la
Semana Santa), también ofreció una estampa atípica a la luz solar. Pero sin
lugar a dudas, el momento realmente espectacular fue el encuentro de ambas
dolorosas a las puertas de la casa de Hermandad de la Esperanza y a los sones
de su Himno de Coronación, algo inesperado para todos los allí presente y que
quedó grabado en nuestros corazones, sabiendo que éramos testigos de un
instante histórico e irrepetible.
La Magna fue presenciada por un elevado número de
público foráneo, pero la buena distribución y organización de los desfiles
procesionales hizo que no se formaran grandes aglomeraciones, permitiendo un
correcto y cómodo disfrute de la jornada. También es de resaltar, como ya es
sabido en Málaga, el carácter autóctono tan fervoroso y alegre, donde no hay
complejos en expresar la devoción con vítores y ovaciones, todo un ejemplo a
reconocer y seguir. Málaga está a la altura, más que demostrado queda.
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