Joyas perdidas. La antigua Virgen de los Dolores de Torredonjimeno
Diego A. Linde. Torredonjimeno vuelve a celebrar
novena, esta vez en honor de Nuestra Señora de los Dolores, imagen que más
devoción arrastra y a quien podemos denominar, sin equivocarnos, dolorosa
tosiriana por excelencia. Los cultos desembocarán en su festividad del Viernes
de Dolores, una fecha señalada en el calendario y de hondo arraigo en este
pueblo. La actual imagen, obra del granadino Manuel Salvatierra en la
posguerra, ha recogido todo el sentir y cariño que suscitaba la primitiva
talla, destruida desgraciadamente en los trágicos sucesos de 1936, que nos
privaron para siempre la veneración de tan valiosa joya.
La imagen tan sólo constaba de cabeza y manos,
montadas sobre unas devanaderas (como nos indican literalmente los documentos
previos a la contienda), siendo obra de finales del siglo XVI o principios del
XVII. Dos cofradías llegaron a rendirle culto, la de Nuestra Señora de la Soledad
(fundada en 1634) y la Nuestra Señora de los Dolores (erigida canónicamente en
1794), además de la Orden Tercera de los Servitas (fundada en 1791), aunque hay
constancia de que la imagen era anterior a la creación de estas Hermandades. Su
rostro, transido de dolor, se presentaba amarillento, debido al deterioro de
los siglos, y su cabellera se hallaba cubierta por un velo. Los que la vieron
la creyeron objeto de alguna restauración, lo cual es muy probable. Sus manos,
entrelazadas, sostenían sobre ellas el corazón traspasado por siete puñales,
símbolo de la advocación, destacando el de oro y piedras preciosas donado por
Amparo Padilla y realizado por el joyero cordobés Rafael Ripoll, al igual que
un rostrillo para enmarcar su faz.
Sin embargo, su iconografía encontraba máxima
expresión y singularidad, cuando lucía, junto a las joyas referidas, la
originalísima ráfaga de plata donada en 1719 por Marcos Bernardo de Mesa y
Velasco (de la Orden de Calatrava y prior de la Parroquia de Santa María),
realizada por Antonio de Guzmán, afamado orfebre jiennense de la época, todo ello
según una inscripción que poseían dichos rayos en su parte posterior. Estos sólo
eran lucidos, según nos consta, en el camarín, aunque muy probablemente en
tiempos pretéritos los sacase a la calle. Esta estética, inigualable, daba gran
personalidad a la imagen, conformando una visión única, de gran sabor y encanto.
La Guerra Civil, de gran incidencia en nuestra
localidad, acabó con este esplendor. Se cuenta la anécdota de que todas las
imágenes tosirianas fueron destruidas en el transcurso del verano de 1936, pero
sin embargo tanta era la devoción y el respeto del pueblo hacia la Virgen de
los Dolores que fue escondida, aunque finalmente fueron agentes forasteros
quienes destruyeron la veneradísima talla el 31 de diciembre de 1936, a las
afueras del núcleo urbano. Días más tarde fueron halladas sus manos
entrelazadas por un labriego, que las entregó al sacerdote don Juan Montijano
Chica, el cual las dividió en múltiples fragmentos que fueron vendidos como
reliquia a los devotos. Nada sabemos de las ráfagas, que muy probablemente
fueran destruidas o robadas. Sí se conservaron mantos, andas y joyas, que aún
sigue utilizando la imagen adquirida tras el conflicto bélico. La talla no
desmerece a la antigua, pero ha perdido su encanto y estética. Se ha hecho
tradicional que en los días de Cuaresma vuelva a lucir rostrillo, tratándose de
un acierto, aunque se podría ir más allá y devolver a Torredonjimeno las
estampas devocionales que nuestros mayores vivieron y que con su devoción forjaron.
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